martes, 8 de septiembre de 2009
Gracias
En diciembre de 2005 viaje a Neuquén y...
En diciembre de 2005 viajé a Neuquén y en el taller de mi amiga ceramista Silvia Catallani hice el molde de una mujercita que venía buscando desde hacía meses atrás. Las anteriores, los primeros ensayos de las que quería hacer, pasaron por tamaños, miradas y materiales diversos y fueron las que dieron lugar a la neuquina. Ésta sería la matriz de las que vendrían.
Desde el 2006 vengo sacando mujeres a tontas y a locas del mismo molde aquél.
Las hice de laca de silicona, de cera, con frutos secos de amapola, de semillas, de alambre, de distintos papeles, de hojas de árbol, rellenas de ojales de zapatillas, de panaderos y hasta una incendiada que dejó su marca en la alfombra donde la apagué.
La mayor gracia de mis mujeres fue hacerlas...
La mayor gracia de mis mujeres fue hacerlas. Desde un estímulo externo, como por ejemplo hojas de laura, hacía un recorrido desde las primeras ocurrencias durante el día, pasando por imágenes ya más claras a última hora de la noche hasta los primeros intentos al otro día. En este proceso, mientras pensaba unas iba haciendo otras, las recorría, aprendía de sus materiales.
A una misma forma, la del molde, le pedía diferencias.
Cuando trabajo, entro en un estado de meditación, desaparece el mundo y tengo todos los sentidos puestos en ese acto de hacer, casi sin pensar, percibiendo. Mi tesoro es hacer las cosas lejos de los códigos, la complacencia y la aprobación ajena, es esa soltura y ese placer lo que conquisté en mi taller.
Las mil de una en sinfonía
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